martes, 10 de diciembre de 2013

Nudo gordiano

Vale: ¿Por qué pensás que repetimos todo el tiempo lo que nos hace mal?
Jaz: ¿Por qué repetimos siempre lo que nos hace mal? No lo se, ¿será que somos masoquistas?
Rama: Bueno, no se si uno repite tanto lo que le hace mal. Pero ponele que si¿Por qué?¿Será porque somos débiles?
Cielo: ¿Por qué repetimos cosas que nos hacen mal? ¿Será que uno repite porque hay algo que necesita aprender en eso que repite?
Tefi: Que se yo, no se por que la gente repite lo que le hace mal, serán tarados. Porque nos gusta sufrir.
Mar: No se. No se porque repetimos todo el tiempo esas cosas que nos hacen mal.
Thiago: ¿Qué es un nudo gordiano? Sí, yo se que es un nudo gordiano. Es un nudo muy complicado de cerrar.
Rama: Se dice nudo gordiano cuando algo es muy complicado de resolver.
Vale: ¿Cómo se desata un nudo gordiano?
Simón: Y... se insiste, se insiste hasta que lo resolvés. O no, por ahí es mejor no insistir. En realidad yo nunca desaté un nudo en mi vida.
Rama: Yo creo que la solución siempre viene por el lado menos pensado.
Tacho: Es como que uno quiere cambiar algo, eso que se repite y se repite uno lo quiere cambiar, pero igual siempre terminás repitiendo lo que querés cambiar. Por ahí el problema es ese, querer cambiar lo que no se puede cambiar.
Simón: Si, y después las cosas que si se pueden cambiar, cambiarlas. Pero siempre con paciencia, no hay que ser tan exigente con uno mismo.
Thiago: A veces es como que te sentís atraído, como que deseas repetir eso aunque sabes que es un error¿Por qué? No lo se por que. Es como cuando estás con una persona que no te hace bien, pero seguís, porque creés que podés cambiar a esa persona¿Será eso?
Mar: Si siempre la pifias con lo mismo, si siempre te mandas el mismo moco, no se, ¿será que tenés que hacer algo distinto para que pase algo distinto?
Yo creo que uno repite esas cosas que lo marcaron de chico. Querés que no te pase más eso que te pasó, pero por evitarlo te pasa todo el tiempo. No se, no se cómo se desata un nudo gregoriano.
Cielo: ¿Cómo se desata un nudo gordiano? ¿Vos que pensas Torito? ¿Por qué todos repetimos las cosas que nos hacen mal? ¿Para cambiar? Torito dice que nosotros repetimos las cosas que nos hacen mal para cambiar. Yo creo que un nudo gordiano se desata con creatividad, con pensamiento lateral.
Vale: La vida es una secuencia de repeticiones, y de vez en cuando algo distinto.
Mar: Uno vive atrapado en un nudo, enredado sin poder salir.
Thiago: Más tirás de esa soga, más se cierra el nudo.
Rama: Pero cuando menos lo esperás aparece algo distinto, algo inesperado que te cambia la vida.
Jaz: A veces cambiar es aceptar quién sos.
Tacho: A veces cambiar es aceptar quién es el otro.
Simón: Dudo, siempre dudo. Y me pregunto que nudo debo desatar para soltarte, que nudo puedo atar para enrredarte. Creo que lo mejor es soltar, soltar y dejar ir.
Cielo: La vida nos enseñó el real significado del pensamiento lateral. Uno aprende realmente a ver las cosas desde otro lugar. Uno vuelve a ver.
Se vuelve sencillo lo complicado. Desata, sin quererlo, el nudo gordiano más complicado. Porque se sabe que cuando repetimos lo que nos hace mal, no es porque somos tontos, masoquistas o débiles, sino que repetimos simplemente porque queremos cambiar.

Las chicas sin suerte

"Las chicas sin suerte siempre somos espectadoras, nunca protagonistas. Pero se espectador o protagonista depende solo de una decisión. A las chicas sin suerte nunca nos dan un protagónico, siempre somos nosotras las que tenemos que ir, pararnos en el centro del escenario, debajo de la luz, y decir “acá estoy”.
Las chicas sin suerte vivimos lamentándonos por lo que nos tocó en suerte. Pero cuando nos revelamos, cuando agarramos el toro por las astas, algo empieza a cambiar. Las chicas sin suerte creemos que somos como una balsa en el mar, a la deriva. Pero podemos nadar, podemos patalear, remar… está bien, tenemos que remar mucho, sí, pero remado llegamos a donde nosotros queremos, no a donde el mar nos lleva. Ya no necesitamos la suerte, porque la suerte la hacemos nosotras. Las chicas sin suerte nunca somos amadas. Y como no somos amadas las chicas sin suerte tenemos que hacer algo para que nos amen. Para las chicas sin suerte ser amadas es un trabajo, un esfuerzo. La suerte de la fea la linda la desea. Pero la fea no tiene suerte, tiene actitud, ella sabe hacer su propia suerte.
Porque es así, los que no tenemos suerte tenemos que ser prepotentes, estirar la mano y agarrar lo que la vida nos mezquina. La suerte de la fea la linda la desea, pero la fea no tiene suerte, tiene actitud ella sabe hacer su propia suerte"

Ella


Ella es una chica normal. Sonríe, camina y, a veces, hasta se la oye cantar. Tiene en sus ojos, una melancolía que nadie sabe explicar. Camina rápido, sin parar. Todos dicen que tiene prisa, pero nadie sabe a donde va. Ella llega a su casa, y allí, se siente fatal. Luego de un largo día, sólo quiere descansar. Su paseo solo es un castigo: no puede dejar de pensar en todo lo que ha comido. Ahora, su ropa no le va a entrar. Empieza su ceremonia, la niña empieza a contar: cierra la boca con calma, siente ganas de llorar. Su cuerpo es su complejo, ella quiere adelgazar. Todos dicen “¡que bella es!”, pero ella no lo puede ver, sólo sabe agradecer. Su comida es su enemiga, nadie lo debe saber. Ella se siente vacía, pobre princesita de cristal. Otro día ha terminado, se va a la cama sin cenar.

Me importa una mierda



Me importa una mierda lo que te pase, porque a vos te importó una mierda lo que me pasaba a mí. Te importó una mierda que yo confiara en vos, te importó una mierda lo que yo sentía por vos. Te importó una mierda cagarme. Así que ahora ya está. Yo no tengo nada más que hablar con vos ni me interesa lo que tengas para decirme porque esas palabras salidas de tu boca no las creo, no me sirven, no me llenan, no significan nada ... No valen nada. O mejor dicho, valen lo mismo que vos ... Menos que la nada misma. Mientras hablaba con él y le decía todo esto, pensaba: Este hijo de puta me llama para cagarme la vida justo en este momento de debilidad cuando me siento tan mal y tengo tantas cosas dando vueltas en la cabeza y también pensaba que cuando cortara el teléfono me iba a sentir peor. Pero no. No fue así. No se porqué y no quiero averiguarlo, pero me siento mejor, me siento como más liviana y sobre todo siento que ese nudo en la garganta de angustia y ese malestar en medio del pecho ya no están, y me siento mejor. Siento un alivio. Ya no lloro más. No me interesa el pelotudo ese, y todo lo que no me haga bien. Yo no quiero sufrir más, no quiero estar mal, no quiero sentir dolor, no quiero estar angustiada, no quiero ese nudo en la garganta, no quiero el dolor en el pecho, no quiero ese vacío en mi corazón.

Mueve mejor las fichas...



Se acabó tu juego, se acabó el partido, conmigo no jugarás nunca más. La próxima vez move mejor las fichas, borra mejor tu pasado, y no hagas dos mismas promesas a dos personas que sin querer se pueden sentar al lado. No escondas el polvo debajo de la alfombra que me considero curiosa y lo voy a destapar, y cuando vea tus mentiras acumuladas, con evidencias en las manos no podrás escapar

lunes, 4 de febrero de 2013

"Fragmento de Matices"


"— ¿Sabes qué? Te ves como un idiota…sentado aquí, en la sala común, observando la nada con la mirada perdida. No es digno de ti…eres una mierda, el amor es una mierda. Te hace vulnerable. Abre tu pecho y tu corazón para que alguien pueda entrar en ti y destrozarte. Levantas tus defensas. Construyes una armadura durante años, para que no te hagan daño, y una persona estúpida, idéntica a cualquier otra, entra en tu estúpida vida... y les das un pedazo de ti. No te lo piden. Hacen algo estúpido un día, te besan o te sonríen, y entonces tu vida ya no es tuya. Dime si no es una enorme estupidez… —Le dijo ella sonriendo con pesar y Draco le sonrió a su vez.
—Lo peor es que tienes razón, el amor es una puñetera mierda"

Rayo de luz


Rayo de luz

"Las memorias de una bastarda"



El amanecer estallaba con todos sus colores sobre Desembarco del Rey mientras ellas avanzaban por las Calles de la Harina. La pequeña Rukia no podía dejar de observar, fascinada, como el cielo se teñía de tonos rosados y púrpuras. Las nubes parecían hechas de dulce caramelo y se recortaban contra un firmamento que se le antojaba suave como la seda. Se quedó pasmada durante unos segundos frente a la belleza de aquel crepúsculo matutino, el primero que veía, pero su madre la devolvió a la realidad cuando le dio un jalón para que siguiese caminando. En aquellas épocas todavía era una niñita que se impresionaba fácilmente.

Aquella mañana Rukia se había despertado con ganas de vivir, no sabía ni como ni porque pero se sentía llena de un optimismo brillante. No podía dejar de sonreír mientras caminaba sujetando la mano de su madre, hasta tarareaba una cancioncilla en voz baja.


—Madre, quiero que me compres uno de esos pastelillos de fresa cuando pasemos junto al panadero.

Aehryn la miró sin borrar ese rictus de enojo permanente que siempre tenía adornándole el rostro. Ya le había repetido hasta el cansancio que eso no era posible porque el dinero que llevaban para hacer las compras no les pertenecía pero aún así la pequeña Rukia no se daba por vencida y seguía insistiendo. A veces hasta escucharla hablar se le hacía doloroso, era tan parecida a su padre que le provocaba nauseas. Rukia, aún siendo una niña, era dueña de un carácter impetuoso e impulsivo que la hacía luchar ferozmente para conseguir todo aquello que se proponía.

Ya hemos hablado de eso —Le contestó—El dinero que nos dio Aleesia es para que compremos miel, azúcar y un vestido para mí porque el que usaba se ha roto.

Madre —Inquirió la pequeña nuevamente—Kristeena me dijo ayer que él que te rompió el vestido fue aquel viejo asqueroso, él que llevaba una capa dorada y también me contó que fue él quien te dejo el ojo amoratado.

Aehryn abrió y cerró la boca un par de veces sin saber que responderle a su hija. Rukia tenía siete años y aún así era tan observadora que muchas veces la sorprendía con sus preguntas y sus conclusiones. Era curiosa y casi nada le pasaba inadvertido, eso la aterrorizaba.

—Cuando sea grande me uniré a la guardia real y no dejare que nadie te haga daño —Dijo seriamente, adoptando un porte que pretendía ser digno y orgulloso. Aehryn soltó una larga carcajada al escuchar a su hija y Rukia no pudo dejar de pensar que a su madre se le iluminaba el rostro cuando reía.
La pequeña observó en detalle a su progenitora, era alta y hermosa. Tenía un rostro bellísimo de pómulos altos y nariz respingada. La cabellera castaña y ondulada le caía como una cascada sobre la espalda y sus ojos marrones tenían motitas doradas cuando el sol se reflejaba en ellos. No se parecía en nada a Aehryn, ella era tan bajita y delgada que muchos decían que tenía un aspecto enfermizo y sus ojos era de un azul tan oscuro que casi parecían violetas. Su cabello era negro y no era sedoso, si que más bien guardaba cierto parecido con el heno de usaban para alimentar a los caballos. Y no era en absoluto bella.

¿Quién te ha metido esas ideas en la cabeza, Rukia? Las mujeres no pueden formar parte de la Guardia Real.

Loran me dijo que podría porque siempre me confunden con un chico, yo no sé porque.

Es porque te empeñas en vestirte como un chico.

Es que odio esos vestidos estúpidos que Aleesia, Kathryna, Kristeena y Wanda quieren ponerme. Son muy incómodos y no me dejan treparme a los árboles con ellos. Ellas la mayor parte del tiempo van vestidas sin nada y dejan que esos hombres…

Rukia, ya te he dicho que no tienes que bajar a la sala por las noches, no tienes la edad como para…

¡Pero Loran ya me lo explicó todo! Me dijo que La Casa de los Susurros es un burdel de lujo y que allí van los hombres cuando quieren…


¡No importa que es lo que sabes y que es lo que no sabes! ¡Yo no quiero que tú te mezcles con la clase de personas que van allí por las noches, puede ser muy peligroso!

Rukia odiaba que su madre la reprendiera pero también odiaba hacer que se preocupara por ella. A su corta edad ya sabía que lo único que no soportaba era que su madre se sintiera triste. No quería ser el motivo a por el cual Aehryn derramará aún más lágrimas por las noches. Porque sí, Rukia siempre la escuchaba sollozar hasta quedarse dormida.
Cada vez que recordaba eso sentía un profundo dolor en el pecho y se sentía muy culpable. Pero aún así se forzó por sonreír cuando vio al panadero y se lo señalo a su madre.

Quiero un pastelillo de fresa, sólo uno, por favor mamá —Repitió poniendo su mejor cara de suplica. Aehryn la miró sintiéndose derrotada mientras la invadía un intenso amor hacía aquella montañita de problemas. Rukia lograba quebrar su voluntad en mil trozos diferentes sólo con un mohín, de la misma manera que lo había logrado su padre siete años atrás.

Está bien, mi dulce duendecillo, pero sólo uno —Le contestó mientras le daba una moneda de cobre.

Su mente viajo al pasado mientras la veía alejarse dando pequeños saltitos de alegría. Recordó el día en que aquel pequeñito rayo de luz había irrumpido en su vida.


El establo estaba lleno de sombras pero fuera rugía la tormenta. Los gemidos de la mujer eran acallados por el ruido ensordecedor de los truenos y por el sonido iracundo del viento marítimo que arrasaba con todo lo que tenía a su paso. Se podía escuchar también el estrépito de las olas al chocar violentamente contra las piedras

—¡Vamos, Aehryn, sólo un esfuerzo más! ¡Tienes que hacerlo rápido pequeña, un poco más fuerte y deja ya de llorar!

La mujer pujó con todas las fuerzas que había podido reunir pero fue inútil. Había entrado en trabajo de parto hacía mucho tiempo y ella tenía la sensación de que el niño se aferraba fuertemente a sus entrañas porque no quería nacer en un mundo como ese. Si era así, Aehryn podía entenderlo muy bien.
El sudor corría libre por su nuca y las contracciones le dolían tanto que sentía que iba desmayarse de un momento a otro. Respiró agitadamente y empezó a pujar otra vez, cada vez más y más fuerte, gritando tanto que sentía que se le iba a desgarrar la garganta.
El dolor era inhumano y ella estaba llegando al límite de sus fuerzas.
La comadrona miró con rostro críptico aquel cuadro, la muchacha estaba ya muy débil y había perdido demasiada sangre, y la determinación que había mostrado al principio poco a poco se iba apagando. Quizás aquel bebé, al final, no viera la luz del día.

—Niña, tienes que dar tú último esfuerzo o tu bebé morirá ahogado, vamos, ¡puja una vez más! —Aehryn al escuchar eso sintió como toda su fuerza se renovaba, no podía perder a su hijo, era lo único que le quedaba, era lo único por lo que había luchado esos últimos nueve meses. Era la única razón que tenía para seguir viviendo, era el único rayo de luz que la había iluminado luego de tanta oscuridad.

En su último esfuerzo puso todo su dolor, todas sus frustaciones, toda la esperanza perdida y sus sueños rotos, en el último esfuerzo puso todo el amor que había sentido por su padre y el gritó liberador fue tal que muchos jurarían haberlo escuchado incluso en el pueblo. El llanto del bebé se escuchó mientras la tormenta amainaba y cuando le pusieron a su hija en brazos, Aehryn lloró de felicidad. Era pequeña, rosada y cabía perfectamente en ellos. Lo suyo con su hija había sido un amor a primera vista. La sensación de calidez que la recorrió cuando ese bulto de pelo negro busco su pecho para alimentarse fue indescriptible. Nada podría nunca comparársele.

—Se llamará Rukia —Le contó a la mujer mientras ella se lavaba las manos con agua fría—Ese nombre significa “rayo de luz”…

—Niña —Le dijo la comadrona con voz afectada—debes irte ya de Bastión de Tormentas, no hay tiempo. Ella me ha pedido que aproveche tu debilidad y que te mate a ti y a tu pequeña…debes irte.


La mano de su hija la devolvió al presente. La pequeña saboreaba su tan anhelado pastelillo con el pícaro rostro resplandeciente de felicidad. En ese momento, al verla así, Aehryn pensó que todos sus sacrificios habían merecido la pena pero levantar la mirada, la mujer quedó desencajada. Dos hombres a los que conocía muy bien se acercaban a ellas con paso rápido.

Rukia no entendió porque su madre la jalo con brusquedad y comenzó a arrastrarla por una larga e intrínseca serie de callejones. Le estaba dejando la muñeca en carne viva y hacía caso omiso de sus exclamaciones de dolor. No tardo mucho en comprender que las estaban siguiendo. Aehryn soltaba maldiciones a cada segundo y en un momento dado empezó a correr, obligándola a seguir su paso.
Corrieron y corrieron durante un largo tiempo pero parecía que aquellos callejones no terminarían nunca más. Esos hombres les mantenían el paso pero no lograban alcanzarlas. Tal vez se debiera a esas estúpidas corazas de hierro que llevaban puestas.
Pero de un momento a otro se quedaron atrapadas por una pared y no podían volver sobre sus pasos. Su madre se agacho a su lado y le dio un suave beso en la frente para luego abrazarla en un leve gesto de despedida.

Escúchame Rukia, quiero que trepes este muro como tú sabes hacerlo y que corras y que no mires atrás, ¿puedes prometérmelo?

Los hombres ya habían doblado en aquel callejón y estaban a tan solo unos metros de ellas, sonriendo victoriosamente.

— ¡Vete! —Le gritó al verlos y por primera vez en su vida, Rukia le hizo caso sin rechistar. Pero mientras se alejaba no fue capaz de cumplir una de sus promesas, miró hacía atrás justo en el instante en que su madre estaba siendo atravesada por una espada. La sangre brotó como una cascada de su cuello tiñéndole su bonito vestido color crema de un rojo carmesí. El color de su despedida.

Luego de eso ella sólo corrió. Corrió lejos, a cualquier lugar, bajo la luz del día, con todos viendo pero siendo invisible. Deseando alejarse lo más posible de aquel lugar en el que la había visto morir. Corrió, como si cada paso le quitara un poco la vida, porque si miraba hacía atrás no habría retorno. Porque si dudaba un instante estaría perdida. No había nada después de eso. Ni una esperanza ni un mañana. Ni siquiera la promesa de un tal vez. Ante ella sólo se extendía un camino de oscuridad y desconsuelo. La soledad.

No supo ni como ni cuando había llegado hasta un recoveco que se formaba entre dos tejados. Esa mañana, Rukia se había despertado con ganas de vivir pero esa noche al acostarse, se sintió muerta por dentro.